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París recibió a Madelaine como si no la esperara: un clima hostil y desapacible, casi invernal, lluvias intermitentes, viento endemoniado, y un frío penetrante y húmedo. Pero su objetivo había sido estar allí y no parecieron preocuparle esas contingencias meteorológicas que tomó como algo natural y pasajero. En contraste con situación tan poco acogedora, su piso de la Avenida George Vº estaba agradablemente cálido. Allí, Lucille, su doncella favorita que la había acompañado a Mougins, la ayudó a desempacar, aunque ella misma quiso colgar en el placard algunos vestidos. Esa tarea trivial la hizo sentir mejor y mucho más en su casa, hasta que una llamada telefónica la sacó de aquel trabajo.
-Aló Josephine... ¿pero cómo supiste que había regresado? Parece que es imposible ocultarte la menor cosa.
Desde el otro lado de la línea la voz se escuchaba clara y afectuosa, y también ansiosamente apresurada, como si su dueña quisiera saberlo todo en pocos segundos.
-Mi querida, dirás que fue un presentimiento, pero esta mañana te llamé a Mougins... ¡tenía tantas ganas de hablar contigo!... y el casero me dijo que estabas viajando en tren hacia París. Por eso hice un cálculo apresurado sobre tu hora de llegada y aquí estoy, llena de curiosidad ¿Cómo han ido las cosas? ¿Y cómo está Jean-Claude? Sospecho que algo inesperado debe haber ocurrido para que resolvieras volver tan sorpresivamente. Pero antes, háblame de Didier.
La recién llegada respondió interponiendo previamente una carcajada.
-Josephine... vas a perder el aliento si sigues hablando a esa velocidad.
-Perdón, son las ganas de saber de ti... -Aseguró su amiga.
-Tranquilízate, no voy a dejar nada sin contestar, y lo haré de la manera más ordenada.
Para los dos era una conversación franca y grata, algo habitual después de una amistad de veinte años. Josephine -diez años menor que Madelaine- se había casado dos veces, divorciándose con pasmosa velocidad otras tantas, pero sus desencuentros matrimoniales no deterioraron su carácter alegre y comunicativo.
-¿Didier? Bueno, está muy bien, aunque sospecho que hubiera preferido quedarse en Mougins. No olvides que París y el colegio son para él casi la misma cosa. Respecto a todo lo otro... las circunstancias que decidieron mi regreso...
(Madelaine relató a su amiga lo sucedido sin omitir ningún detalle. Eso incluía lo ocurrido en Mougin, y hasta aquel insólito momento en que se detuvo a estudiar su propio cuerpo. También mencionó sus reflexiones y las conclusiones a que la habían llevado, culminando con la decisión de separarse abruptamente de Jean-Claude.) Cuando se detuvo, Josephine continuaba necesitando algunas precisiones.
-Y él ¿cómo lo recibió? -A veces resulta tan inescrutable como un mandarín, esa fue una de ellas. Aunque el último día me pareció notarlo entristecido. Nunca sabré si Jean-Claude me quería, si estaba acostumbrado a mí o si yo era otra pieza en la estructura de su vida social.
-¿Quiere decir entonces que entre Uds. dos todo ha terminado? -Preguntó presumiendo que a su amiga le quedaba poco por agregar.
-No quisiera ser tan definitiva, por aquello de que las definiciones suelen convertirnos en sus esclavos, -Aclaró Madelaine. -pero bueno, el tiempo dirá. Sabes que tampoco me complace pronosticar el futuro, y mucho menos si se trata del mío. Josephine percibió una vaga tristeza flotando entre las palabras de su amiga y por eso la interrumpió.
-¿Qué te parece si me acerco a tu casa... me encantaría hacerlo... y hablamos del viaje a San Sebastián que tenemos pendiente desde hace un siglo? Todo parece indicar que está muy próximo a realizarse. ¿O me equivoco?
-Es una excelente idea. - Contestó Madelaine, ya sin el menor vestigio de sombras en el tono de su voz. Y agregó. -¿Por qué no vienes esta tarde? Me imagino que también tendrás muchas cosas para contarme, por ejemplo algo sobre el romance con tu joven tenista. No creas que lo he olvidado, ni tampoco, que soy menos curiosa que tú. A veces tengo ganas de saber cosas, especialmente si son las tuyas, y eso es como el hambre o como la sed, una curiosidad incontenible que sólo satisface el pan y el vino de las confidencias.
-Ay Madelaine, no me hables de eso. Todo terminó con la misma velocidad con que había comenzado: gustos diferentes, costumbres diferentes... también edades diferentes, diría que demasiado diferentes. El sólo tener que repetir tantas veces esta palabra parece explicarlo todo... ¿no? ¡Diferentes!... - insistió. - Pero está bien, tú te mereces todos los detalles. Luego te los contaré uno por uno.
-Bien, te espero a las cuatro. -Propuso Madelaine.
-Prometo ser puntual.
-Siempre lo eres. -Asintió Madelaine. -Hasta luego.
-Hasta luego querida amiga, y bienvenida a casa. -Dijo Josephine antes de colgar el receptor.
Madelaine hizo lo mismo mientras pensaba sin contener una sonrisa: “Josephine, la eterna Josephine, ¡qué bueno volver a encontrarla!” - Mientras se alejaba del teléfono observó a través de la ventana que había comenzando a llover nuevamente pero con mayor intensidad. De inmediato asoció con su regreso la lluvia que persistía desde la mañana. -“Es un buen augurio”. Pensó.
Más tarde, bebiendo té frente a la mesa del living, Josephine comentó su separación de Alain, el joven tenista de veintisiete años con quién mantenía una relación íntima. Lo había sorprendido in fraganti en un amorío con una chiquilla, y eso le resultó una magnífica excusa para poner fin a una situación que comenzaba a cargarla de tedio.
-Recuerdo que siempre insistías en que te hacía muy dichosa. -Comentó Madelaine tratando de aclarar lo referido por su amiga.
-Comprende que se trataba de una respuesta parcial. Me refería exclusivamente a que era maravilloso a la hora de hacer el amor. Suave, violento, tierno, agresivo, según correspondiera... -dijo Josephine- de eso no cabe duda, ¿pero cuánto duran esos momentos? Una hora, dos, tres... después es necesario compartir otras cosas, lo que no es sólo una exigencia social, sino otra forma de alimentar la pasión... “sublimar”, según lo definen algunos. Pero detrás de sus maneras aparentemente refinadas, Alain era un bruto solemne e inculto. Resultaba imposible llevarlo a un espectáculo civilizado... a un teatro o al cine, comentar un libro, y ni hablemos de un concierto o de una función en L'Opera... aunque recuerdo, sí, hace poco, conseguí arrastrarlo a ver La Tosca cantada por Kiri Te Kanawa... ah, sólo evocarlo me hace sentir que regreso al Infierno. Verás, en el segundo acto, cuando Floria ataca con su “Vissi d’arte”, casi al culminar aria tan sublime, me preguntó en voz muy baja, afortunadamente, “¿Por qué grita esa mujer?” Si el espíritu de Puccini sobrevolaba el teatro, lo debe haber maldecido antes de huir aterrorizado... ¡Fue algo espantoso! Pero admito que a veces siento ganas de tenerlo en mi cama para acariciar su cuerpo musculoso y fuerte, en fin... todo debía acabar así, tarde o temprano. -Agregó con cierta nostalgia. -Lo nuestro era exclusivamente animal, porque entre nosotros había atracción física, posiblemente algo de simpatía, pero no amor, eso no. Y como ya habrás comprendido, no teníamos la menor afinidad. Esas situaciones terminan por hacerse insostenibles, aunque cegada por la pasión me haya negado a verlo en un principio.
-Aun así, ... ¿es definitivo? - Quiso saber Madelaine.
-Las dos pensamos lo mismo respecto a las predicciones, pero creo que lo es ... hasta que deje de serlo, quiero decir, si no puedo controlar mis emociones. ¿O debería decir mis deseos? -Josephine pareció tentada a reírse de sí misma. -¿Acaso te parezco demasiado voluble?... ¿No?
Madelaine siguió con simpatía las palabras y los gestos de su amiga. Después preguntó: -Pero... ¿Y ahora?
Josephine respondió con seguridad y alegría.
-Ahora tú estás aquí y todo recomienza. Además, tenemos nuestro proyectado viaje. ¡Cuánto me entusiasma!
-¿Y respecto a amores? -Insistió.
-Bien, yo podría preguntarte lo mismo, pero no lo hago.
-No es algo que me preocupe demasiado... por el momento. Las dos sabemos que el sexo es muy importante cuando a medida que pasan los días carecemos de alguien que nos llegue a la piel, entonces es como si se multiplicara el deseo, la soledad se acentúa y todo resulta mucho más difícil... Pero dejemos eso.
En medio de fechas, horarios, hoteles, e itinerarios pasaron animadamente lo que restaba de la tarde. A las ocho Madelaine sugirió beber whisky. La siempre dispuesta Lucille acercó la botella de Johnny Walker, los vasos y un balde con hielo. Dejaron que la doncella les sirviera generosamente pero al ver los vasos colmados se prometieron no recurrir a una segunda ración. Era el momento para proponer un brindis.
-A la salud de tu regreso y porque todo tome un curso favorable en tu vida y en la mía.
-Es una excelente propuesta. -Asintió Madelaine levantando su vaso, mientras su amiga se apoyaba en el respaldo del sillón.
-Estoy rendida por anticipado. - Comentó Josephine.
-Debe ser tu inagotable poder de autosugestión. -Agregó Madelaine. -Para recuperarte piensa que llevas horas cómodamente sentada sin hacer el menor esfuerzo físico...
-Creo que lo me hace falta es una buena comida. Sería capaz de devorar un león, aunque no sea la manera adecuada de expresarlo.
-Luego podemos salir a comer. ¿Qué te parece?
-De acuerdo. Eres muy oportuna. Es tu primera velada en París y será un placer invitarte. No es bueno que comencemos a recluirnos como dos ancianas, además, durante tu ausencia he estado en un lugar que creo no conoces. Te encantará, ya verás.
-¿En la taberna dónde sirven leones asados? - Preguntó Madelaine con humor, para luego agregar con tono conspirativo: - ¡y sin hombres!
-Sin leones asados... y sin hombres, -repitió Josephine como si buscara algún tipo de convencimiento -al menos por esta noche. ¿Por qué será que los hombres reaparecen constantemente cuando hablamos?
-Eso merecería una larga disquisición, pero por ahora tratemos de evitar la mención de esos indispensables fantasmas. ¿Qué te parece si ordeno que alisten el auto?
-Prefiero que tomemos un taxi, me hace sentir más independiente. -Respondió Josephine como si propusiera algo descabellado.
-Está bien, soy tu invitada y tú decides. - Dijo por último Madelaine.
Volvieron a brindar. Después, se prepararon para salir.
martes, 31 de julio de 2007
Capítulo 9
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