19
Después del llamado telefónico de su amiga Dolores invitándola a su casa en Madrid, Madelaine resolvió dejar San Sebastián. Josephine declinó el ofrecimiento aduciendo que tenía compromisos pendientes. Sólo quiso saber cuanto tiempo pasaría su amiga en la ciudad.
-Supongo que alrededor de diez días, tal vez más. Dolores me ha hablado de una serie de exposiciones y conciertos que parecen cosa muy prometedora.
-Yo podría estar allí en una semana y luego, regresaríamos a París. ¿Qué te parece? -Propuso Josephine.
-No está mal, pero... ¿Para qué programarlo desde ahora? Dejémoslo librado a los acontecimientos. -Comentó Madelaine.
-Es cierto, -Admitió su amiga. -veamos qué sucede.
-Despreocúpate. -Afirmó Madelaine. -Pero te impongo una condición que deberás cumplir al pie de la letra. Y es una condición va a gustarte. Quiero que te propongas disfrutar a pleno los próximos días. Imagino que entiendes lo que quiero decir con a pleno.
Josephine sólo atinó decir:
-Es la condición más maravillosa que me han impuesto.
Josephine se empeñó en llevarla a la estación después de conocer su decisión de viajar en el Talgo (11), pero Madelaine adujo que las despedidas en los andenes le resultaban deprimentes y su opinión acabó por imponerse.
-Me harás dichosa con que sólo me pidas un taxi.
Josephine la complació y cuando el auto llegó, la acompañó a la puerta del hotel donde se dijeron hasta la vista con un abrazo.
El piso de Dolores en Madrid estaba situado sobre la calle Goya, en el elegante barrio de Salamanca. Allí Madelaine fue recibida con todo el afecto que es propio de una amistad añeja, estimulado también por el deseo de ayudarla a olvidar la desagradable contingencia que acababa de vivir. Dolores tenía cincuenta años, era una española de aspecto juvenil y formas sensuales, escondidas en su discreta elegancia y su aire refinado. Se la veía bella, morena y dueña de un carácter vivaz. Estaba casada con el prestigioso arquitecto Gonzalo Alvarez del Cuerzo y sus dos hijos cursaban estudios en la universidad. Si bien su relación con Madelaine no tenía la misma intensidad que la de ésta con Josephine, su trato era franco y abierto. A pesar de vivir en otro país, y la distancia es una hábil fabricante de dificultades para mantener encendidos los afectos las dos habían superado ese inconveniente. Luego de disfrutar del almuerzo las dos amigas pasaron al salón para beber café.
-Te anticipé que tengo un largo programa para ti. Es lo menos que te mereces después de las angustias sufridos, pero... pienso que prefieres no hablar de eso, ¿verdad?- Fue el primer comentario de Dolores.
Madelaine respondió con tranquilidad.
-No me apasiona el tema pero tampoco pretendo olvidarlo, o aparecer como una heroína inocente que quiere enterrar su pasado. Además, hablar siempre tiene un efecto desintoxicante, al menos es lo que dicen los psicólogos. Bueno, después de todo, lo ocurrido no fue tan malo como puede parecerlo a primera vista, ya lo comprobarás. Y hasta puedes sorprenderte. - Agregó con tono enigmático.
-Me dejas sobre ascuas. -Articuló Dolores. -Parece impensable que alguien que es arrancado violentamente de su medio habitual y puesto en cautiverio varios días, mal alimentado y mal abrigado, encuentre como dices, que “después de todo no fue tan malo”. Te sé poco convencional, pero veo que superas generosamente esa condición.
Madelaine rió y continuó con su relato.
-Comprendo esas opiniones, pero creo que lo entenderás mejor si me permites que te lo explique.
-Como siempre mi querida Madelaine, eres una inagotable caja de sorpresas. -Argumentó cariñosamente Dolores. -Confieso que aunque lo pretendiera, sería imposible aburrirse contigo.
Madelaine tomó un cigarrillo de la cigarrera de plata que estaba sobre la mesa ratona, lo encendió y aspiró lentamente. Recién después, comenzó su relato.
-Ignoras que pocas semanas antes de viajar a España, Jean-Claude y yo nos separamos...
-... si, y lo siento... -interrumpió Dolores.
-... no te apresures a lamentarlo porque en verdad -continuó Madelaine- fui yo quien determinó que así fuera, y no me arrepiento. Todo transcurría muy armoniosamente, tanto, que ya estaba pareciendo un matrimonio convencional como el mío con Phillipe. Porque Phillipe estaba hecho para formar un matrimonio convencional... ¡no quiero repetirlo! Y menos todavía con un hombre que no es mi marido ante la ley sino mi amante. ¡Eso ya sería el colmo del mal gusto! Y no creas que lo digo porque piense que tiene algo de malo vivir con un hombre sin estar casada con él.
-¿Pero qué es lo que tienes contra los matrimonios convencionales? -Preguntó casi espantada su amiga.
-Nada... mientras yo no integre ninguno de ellos. Puede que a mucha gente le gusten, pero poco después de quedar viuda decidí no volver a vivir la experiencia. Por entonces tuve algunos amoríos irrelevantes hasta que conocí a Jean-Claude. Me pareció que él combinaba la sorpresa de lo desconocido con el encanto plácido de lo familiar, y me equivoqué, ¡tonta de mí! porque eso no existe, es una cosa o es la otra. Además estaba, ¡está! Didier. Descubro que no puedo imponerle un padre postizo, es tarde para eso. - Madelaine se tomó un respiro antes de continuar. -Tú sabes que soy una de esas mujeres a las que se suele calificar como temperamentales, una manera indirecta de llamarlas “ardientes”, o acaso, algo peor, nunca lo entendí bien. - Dolores se limitó a un gesto afirmativo. -En otras palabras, me apasiona el sexo, a qué ocultarlo. Te lo digo porque te sé amplia y no vas a escandalizarte. Bueno, esa noche me insinué... estaba muy excitada y lo necesitaba fervientemente. El no se mostró dispuesto “porque la lectura lo había agotado”, ese fue su comentario. No debería haberme sorprendido en alguien que apenas lee dos libros por año, pero bueno, entonces todo se precipitó. Me sentí despreciada, vieja, con un hijo demasiado pequeño en relación con mi edad, frustrada como mujer, y con la seguridad de que nuestra vida sexual nunca había sido totalmente satisfactoria, todo confuso y todo al mismo tiempo. - Madelaine se detuvo pero tardó muy poco en recuperarse. -Sin haber superado el conflicto y posiblemente en un alarde de omnipotencia, pienso que todos lo son en situaciones así, me fui a España con Josephine.
-La querida Josephine... -Apenas alcanzó a comentar fugazmente Dolores, porque Madelaine no le dio tiempo para decir nada más, tal era el vertiginoso ímpetu de su relato.
-En San Sebastián me secuestraron confundiéndome con la mujer de un general. ¡Qué imbéciles! Pero lo peor... o lo mejor, el tiempo lo dirá, vino después, cuando hice el amor con uno de mis captores. - Dolores se mostró paralizada.
-¡Te habrá presionado para ello!
-No, nada de eso. Lo sorprendí acariciándome mientras dormía, aunque sin tomar iniciativa, pero inmediatamente, lo estimulé, lo provoqué como lo hubiera hecho una prostituta, creo que mejor todavía... para acabar disfrutándolo plenamente. Pero hay algo que tal vez tenga un significado, tú lo determinarás, porque yo no quiero que sea un elemento ni a favor ni en contra: Iñaki, así se llama, tiene treinta y ocho años... ves que es más joven que yo... ¡Pero qué importa! Sólo espero que no esté lejana la hora de volver a verlo, a tenerlo... -Se corrigió. -pienso en eso todos los instantes, como si mi cabeza se hubiera vaciado de otras emociones. Además... creo que le quiero mucho.
En un primer momento la anfitriona no supo qué contestar. Madelaine, apagó su cigarrillo y ya más aquietada, permaneció esperando la reacción de su amiga. No fue necesario que aguardara demasiado tiempo.
-Si cualquier persona me hubiera hecho este relato, habría pensado que estaba al borde de la locura o ya totalmente inmersa en ella, pero en tu caso no lo haré. Estoy segura de que has ponderado cuidadosamente todos tus actos y decisiones, mucho más allá de un momento de placer, por genuino y maravilloso que haya sido. ¿Me equivoco?
-No Dolores, no te equivocas. Pero creo que a veces la pasión, el deseo... como quieras llamarle, altera nuestra capacidad de juicio.
-Lo tendré en cuenta, pero antes de continuar y como quiero opinar acertadamente, necesito saber más. Por ejemplo, ¿te parece razonable comprometerte en una relación que te coloca frente a serios riesgos? Recuerda que esos hombres son perseguidos no sólo en España, sino también en Francia. ¿No pensaste que podrías convertirte en cómplice o encubridora? - Dijo Dolores, buscando armar por completo el complicado rompecabezas que tenía frente a sí.
-Lo que he estado pensando... -titubeó Madelaine.
-... ¡Habla, habla! -La incitó su amiga. -después tal vez pueda ayudarte a que veas las cosas más claras o desde otro ángulo.
Madelaine encendió un nuevo cigarrillo, sin advertir que fumaba con más frecuencia de la habitual.
-Lo sé Dolores, y no sabes cuanto te lo agradezco. Comenzaré señalando algo que sabes: soy una mujer inmensamente rica. ¿Quién podría sospechar seriamente sin caer en el ridículo, que puedo complicarme por razones políticas con una organización extranjera que está fuera de la ley? Pero eso no me parece lo más importante, hay otra cosa. Tengo cincuenta años. He disfrutado una vida más que cómoda, las pérdidas afectivas que sufrí... fueron naturales. En suma, afortunadamente, no he tenido que sufrir ninguna tragedia. El sexo siempre fue para mí algo vital, y afortunadamente lo sigue siendo, entonces, ¿por qué postergar el placer que puede darme, aunque provenga de alguien que no parece ser el indicado? Y si no es así, ¿quién es el indicado? Dímelo si puedes, porque yo no le conozco. Por favor, ¡dímelo!
Dolores permaneció pensativa mientras Madelaine aspiraba anhelante el humo de su cigarrillo. Afortunadamente tampoco esa vez debió esperar mucho la respuesta.
-No me planteas un problema fácil, te lo aseguro. Por otra parte, creo que nuestras relaciones, en especial las que tenemos con el sexo opuesto, no se seleccionan en un catálogo. Tratándose de un hombre, tampoco es demasiado sencillo encontrar al que se ajuste a nuestras expectativas, o si lo prefieres, a nuestros deseos, por muy amplia que se esté dispuesta a ser... yo también he tenido mis momentos, y te seré franca, antes y después de casada... también me entusiasma vivamente el sexo y pienso, pese a todo lo que se diga y se haga, no se le da la importancia que merece ... no te estoy diciendo nada nuevo porque con tu experiencia ya debes saberlo. Y bien, creo que es posible, sólo posible, que acaso lo indicado sería que probaras, “probaras” -repitió- continuar tu relación con ese hombre.
-Hablas como si se tratara de un experimento. -Aclaró Madelaine.
-Así es. Deberías encararlo en ese entendimiento para que llegado el caso, si las cosas fracasan, y esto debes tenerlo en cuenta, te dañes lo menos posible. - Continuó su amiga, para agregar luego riéndose -¡pero qué nombre tan extraño tiene!
-Es un nombre vasco, equivalente a Ignacio.
-Bueno, me simpatizan los vascos, aunque no los etarras, y sería un sueño pretender que tú puedas modificar sus ideas aberrantes, no creo que siquiera lo hayas considerado, pero de momento, tienes mi bendición. Por otra parte, admito que tu experiencia me resulta muy estimulante, como para que comience a repensar muchas cosas, aunque... mi relación con Gonzalo es estupenda y nuestro matrimonio está pasando por un momento excelente, pero...
Madelaine la interrumpió.
-¿No se te ocurrirá...
-... ¿Y por qué no? - Completó Dolores. - ¿O acaso eres la única mujer que se puede permitir distracciones atrevidas? Ya te dije hace que la tuya me parecía una experiencia muy estimulante...
-... pero tú eres casada. -Interrumpió nuevamente Madelaine no sin cierta sorpresa.
-Es cierto. -Reconoció su amiga. -Pero si tomo en cuenta el esquema que me has planteado, no tiene mucha diferencia con el mío... salvo por el hecho de ser casada, como dices. Lo demás, es más o menos igual.
-No quisiera... -Temió Madelaine.
-... Oh, no te preocupes, -la tranquilizó Dolores riendo ¿tú crees que a estas cosas es necesario que te empujen? Pero vale, te tendré al tanto de todos mis futuros pasos, ya verás.
Madelaine que los ojos de Dolores habían ganado un brillo distinto, algo que no tenían al comenzar la conversación. Pero no hizo ninguna referencia a ello. Sólo se animó a decir:
-Ya volveremos a hablar de todo esto, ¿te parece bien?
-Claro que sí. -Fue la respuesta.
-Magnífico. Y ahora voy a invitarte a una exposición que se inaugura mañana en una galería de la calle Fernando VI... además, se trata de un pintor que es viejo amigo mío. ¿Quieres que vayamos?
11 Determinada clase de trenes en los ferrocarriles españoles.
viernes, 10 de agosto de 2007
Capítulo 19
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