viernes, 24 de agosto de 2007

Capítulo 33

33

Durante las primeras horas de la tarde de ese mismo día, Eizagirre estaba sentado junto a la cama del Inspector Lancleau en una sala reservada del hospital. Se había comprobado la impresión de un primer momento: la herida había sido superficial y se lo mantenía internado sólo por previsión, pero el paciente no parecía dispuesto a soportar la placidez de la inactividad por mucho tiempo.
-Bueno Eizagirre, - le dijo a su visitante -creo que hemos hecho un buen trabajo. Desbaratamos dos intentos que hubieran tenido desastrosas consecuencias: la voladura de la Torre Eiffel y... de la tumba del Emperador.
-¿Los Inválidos? - Preguntó asombrado Eizagirre.
-Exactamente. Cuando salimos del apartamento, yo hacia aquí y usted a preparar por mí el borrador del informe, cosa que le agradezco, se registró minuciosamente el lugar. No encontraron nada fuera de lo común, salvo... una dirección torpemente disimulada en la alacena de la cocina. Otro error incomprensible, todavía no puedo creerlo, porque esta gente no anota ciertas cosas y las deja junto a los números telefónicos del fontanero y del electricista o la dirección de la zurcidora. Pues bien, sin embargo, allí estaba. Poco tardó una patrulla en dirigirse a esa dirección y encontrar el coche bomba, y con él, a nuestro amigo Manuel. Apremiado por las evidencias que se le presentaron acabó confesando que existía un atentado adicional... tal como lo habíamos deducido, y que consistía ¡nada menos! en volar Los Inválidos. Naturalmente, por la disposición del edificio era improbable que llegaran a destruir la “Tumba”, pero dejarían en clero su capacidad operativa y el impacto emocional estaría conseguido.
-¿Podemos decir punto final? - Preguntó aliviado Eizagirre.
-Pienso que sí, pero antes falta que agregue sólo una cosa. Delian, el despachante de la bodega y el camionero, su compinche, los que introdujeron el explosivo en el Julio Verne, también están detenidos.
-Bueno, creo que tengo motivos para regresar tranquilo a mi país. - Afirmó el vasco con expresión radiante.
-Tranquilo y satisfecho. - Agregó Lancleau. - Su ayuda ha sido inestimable. Más allá de su permanente disposición profesional, le aseguro que en lo personal jamás lo olvidaré. -Terminó diciendo el Inspector conteniendo cierta emoción. Pero como no le gustaba mostrar sus sentimientos volvió a las cosas concretas. - Y a propósito, ¿cuándo parte?
-Pasado mañana. Tengo un día para disfrutar París como un turista más. - Comentó Patxi pensando en Josephine.
-De verdad se lo merece, y según sospecho, pienso que va a hacerlo en muy buena compañía. No olvide si desea visitarnos que seguiremos siempre aquí, del otro lado de la frontera. - Dijo el Inspector exhibiendo una sonrisa franca, mientras extendía su mano para estrechar la de su colega. Este la tomó con la suya y la oprimió afectuosamente.
-Hasta la vista Inspector. Deseo que su herida mejore y pueda dejar pronto el hospital.
-Lancleau lo miró como si acabara de anticiparle algo que ya tenía absolutamente decidido.
-De eso puede estar usted seguro, muy seguro.


Al día siguiente, después de una larga caminata, Josephine y Eizagirre bebían café en la vereda de un pequeño bistro frente al Sena. A pesar de la dureza de su carácter, él no había podido evitar la afección que sentía por haber tenido que matar a un hombre, debido a que antes que un policía, Eizagirre era un ser excepcional que le asignaba una importancia capital a la vida en todas sus manifestaciones, en especial, naturalmente, a la vida humana, aunque fuera la de un delincuente. Josephine, además de apenada por su aflicción, estaba desconcertada porque ya sabía quién era el hombre a quién Patxi había matado. Y también, que Madelaine tampoco lo ignoraba. Durante la conversación telefónica que mantuvieron muy temprano, la notó deprimida. Su amiga acababa de leer los diarios de la mañana que publicaban las fotografías de los implicados y un acabado detalle del plan terrorista, “desbaratado por la policía francesa con la colaboración de la española”, según literalmente lo informaba uno de ellos. Para complicar todavía más las cosas, L’Humanité titulaba “Ejecución de un miembro de ETA” y comenzaba la nota afirmando: “Un policía español actuando ilegalmente en nuestro país, asesina en una azotea a integrante de ETA...”Sin embargo, la actuación de Eizagirre estaba legalmente respaldada, circunstancia que se robustecía por haber sido quién puso fin a un enfrentamiento donde resultó herido un oficial de la policía francesa. Aquello bastaba para que Madelaine supiera quién había matado a Iñaki.
-No es una frase ingeniosa, pero se trataba de ti o de él, por otra parte, aunque la pérdida de una vida siempre es dolorosa, ¿te has detenido a pensar cuántos habrían muerto si los dos atentados se hubieran llevado a cabo? -Dijo Josephine hablando suavemente, buscando consolar a Patxi.
-Tienes razón. - Respondió él no demasiado convencido.
-Te ayudaré y estaré permanentemente a tu lado. - Contestó ella tomándole la mano. - Hasta que llegue a ser una carga y comiences a aburrirte de mí.
-Josephine... - Musitó Patxi y se acercó para besarla en la mejilla, como un adolescente que tímidamente besa la cara de la mujer amada. -¿Vendrás conmigo a San Sebastián?
-Te prometo hacerlo dentro de una semana. Necesito ese tiempo para arreglar mis cosas. Creo que después... tardaré mucho antes de regresar a París.
-Me alegra escuchar eso. Ven pronto, te estaré esperando...


Después del almuerzo, Eizagirre dejó a Josephine en la puerta del edificio donde vivía Madelaine, y se dirigió a hacer una última gestión en la Central de Policía. Ella necesitaba explicarse, como si debiera excusarse de una falta horrible, sintiendo por razones tan equivocadas como honestas que de alguna manera había traicionado a Madelaine. La dueña de casa la recibió en el mismo salón donde poco más de un mes atrás proyectaron el que resultaría su accidentado viaje a San Sebastián.
Madelaine estaba más compuesta de lo que Josephine esperaba, pero aun así, parecía que los años que habían estado tanto tiempo detenidos, se hubieran abatido sin piedad sobre ella. Tenía la voz quebrada, como si su angustiada garganta tuviera dificultad para emitir sonidos, pero además, todo su aspecto denotaba cierto cansancio. La visitante lo percibió apenas su amiga le ofreció café o algo para beber. Ella rehusó mientras buscaba la forma de cumplir con su propósito, pero Madelaine se le adelantó.
-Desde que me enteré de todo este horrible suceso, he estado pensando casi en una única cosa.. Es probable, que por algún extraño reflejo te sientas culpable ante mí... - Josephine quiso interrumpirla pero Madelaine se lo impidió. - ... por favor, déjame terminar... Como te decía, si es así, aleja esa idea de la cabeza. Yo nunca estuve de acuerdo con las actividades de Iñaki, y hasta cometí el error de creer que no me importaban, como si nuestra relación no tuviera nada que ver con lo que él hacía, aceptando con ingenuidad que nuestros mundos nunca iban a encontrarse, sin prever que si lo hacían, uno de los dos iba a ser destruido. Ahora lo veo, era de esperar que terminara así. Por otra parte, murió en un enfrentamiento cuando trataba de huir con un dispositivo destinado a eliminar muchas vidas, después de haber herido a un policía al que hubiera podido matar. Si las cosas son justas o injustas, y si la Justicia es tan benemérita como a diario se pregona, no lo sé, guardo demasiadas dudas sobre eso. Tampoco sé si la sociedad está tan bien constituida como nos acostumbramos a creer, y si en el fondo, aquellos que pretenden ser modelo de conducta, no son los mismos que generan el estímulo inicial para que ocurran estas cosas espantosas. No creas que digo esto porque me ubique como juez de los demás, aunque quisiera, no me siento capacitada para eso. Pero pienso que Patxi actuó de buena fe, valientemente, de acuerdo a lo que representaba, y protegiéndonos a todos nosotros, en cierto modo, también a mí. Por lo tanto, no tengo contra él ningún resentimiento. Además, no puedo olvidar que le amas, y eso me hace pensar que debe poseer incontables méritos. Esto tampoco tengo que olvidarlo. De modo que, en lo que a mí respecta, no hay culpables y la vida continúa. No será hoy, no será mañana, pero ya encontraré una salida. Y verás lo que son las cosas... ayer me llamó Jean-Claude. Estaba fuera del país y se enteró tardíamente de mi secuestro. Quería saber cómo estaba y acabó proponiéndome que nos veamos esta noche, y acaso, bueno... si no, cuando esto deje de dolerme. Tal vez reconstruyamos nuestra relación, tal vez no, pero lo cierto es que, insisto, la vida sigue. Ya hablaremos de eso. En principio he decidido sacar a Didier del colegio por una semana, después, acaso busque otro donde no deba permanecer pupilo, así podremos pasar más tiempo juntos. Estoy segura que eso le hará feliz y hace mucho que yo también lo deseo.
-Me satisface que pienses así. Eres una mujer de gran entereza. - Agregó Josephine.
Madelaine le dedicó una sonrisa forzada.
-No es mi entereza. ¿Recuerdas cuando te hablé de las circunstancias, como nos atenazaban, obligándonos a actuar de acuerdo a sus designios? Bueno, es lo que está ocurriendo ahora... lo que me está ocurriendo. Parece un lugar común, una frase trivial, repetitiva, pero es así.
Josephine no pudo contener lo que quería decir desde hacía muchos días, ya antes de todo lo ocurrido.
-Sé que puede parecerte una cuestión menor, pero me hubiera gustado tanto que conocieras mejor a Patxi, que pasáramos más tiempo los tres juntos... y que pudiéramos contarte nuestros proyectos.
-Lo pasaremos. - Contestó su amiga. -No ahora, pero cuando estén instalados en San Sebastián, iré a visitarlos. Y será todavía mejor porque los proyectos ya estarán en marcha, y podré ver realizados a muchos de ellos. Créeme que no es una promesa vana. ¡Voy a hacerlo!
-Ya lo sé Madelaine, serías incapaz de mentirme.
-Tú lo has dicho, sería incapaz...

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