miércoles, 15 de agosto de 2007

Capítulo 24

24

Mientras en Madrid caminaban por la calle Serrano, Dolores y Madelaine se detenían frecuentemente para mirar sus espléndidos escaparates. La conversación que mantenían se limitaba a deslizar comentarios sobre las ropas y los objetos que descubrían, hasta que Madelaine fue sorprendida por una pregunta.
-¿Qué te ha parecido mi pintor?
Había usado un tono sugestivo, como si sólo se propusiera develar a medias un gran secreto ocultado largamente. Madelaine no pudo menos que detenerse y obligó a su amiga a hacer lo mismo. Entonces la miró fijamente y exclamó:
-¿Tu pintor? ¡Me dejas estupefacta! - Dolores rió.
-Te advertí el otro día que tu relato me había resultado estimulante. Te diré más, hace tiempo que no escuchaba algo así.
Cuando retomaron la marcha Madelaine fue la primera en hablar.
-Está bien, pero nunca creí que lo fuera a tal extremo y que reaccionaras con tanta rapidez.
-Tranquilízate querida, bromeaba, no se trata de una relación actual. Es algo que pasó hace tres años. Todo comenzó cuando me presté a posar para él... desnuda.
-¿Desnuda? - Reaccionó otra vez Madelaine otra vez ante la nueva sorpresa.
-Sí, ¡desnuda! ¿Sabes de quién fue la ocurrencia?
-Debe haberse tratado de un recurso del pintor para seducirte... me parece increíble te haya engañado con un truco tan antiguo, a no ser que cayeras en la trampa a sabiendas. A veces simulamos ignorar lo que está pasando, ¿no? - Aventuró Madelaine.
-Pues te equivocas. La idea fue de Gonzalo, mi marido. Siempre había deseado tener un cuadro que me mostrara desnuda... acaso inspirado en el nombre de la calle en que vivimos. - bromeó.
-Y eso te ha convertido en la Maja del siglo XX, y también, en la amante inspiradora de un pintor que algún día será famoso gracias a tu colaboración.- Agregó Madelaine.
-Exageras, pero bueno, lo cierto es que por esos días, Rafael, el pintor en cuestión, nos visitaba con frecuencia. Le habíamos conocido en casa de amigos comunes y por su inteligencia y simpatía pronto ganó nuestro afecto. Tenía por entonces poco más de treinta años, su talento le había hecho acumular cierta fama aquí después de ganar varios premios en Andalucía, su tierra, y de exponer con éxito en París. Pues una noche comíamos los tres en casa cuando surgió el tema de los desnudos. Entre muchos otros, se mencionó a “La Maja” como tú lo hiciste hace un momento... era inevitable. Rafael dijo no haber podido encarar nunca uno a causa de no haber encontrado a la modelo adecuada, al menos, desde la perspectiva de sus exigencias. Entonces Gonzalo le preguntó a boca de jarro: “¿Por qué no pintas a mi mujer? Me parece que tiene los atractivos apropiados”. Para dirigirse de inmediato a mí con la misma naturalidad que utilizaría para proponerme un paseo por Recoletos: “¿No te complacería hacerlo querida? Me sentiría muy dichoso si dijeras que sí.” Puedo asegurarte que me resultó una situación chocante. Por eso decidí tomar el asunto a broma, pero Gonzalo y Rafael siguieron muy seriamente con la cuestión. Yo continué oponiéndome y conseguí superar esa ocasión. Pero durante los días posteriores, el asedio de mi marido me presionó a toda hora. Entonces, después de muchas vacilaciones, terminé dándome por vencida. Cuando con Gonzalo discutíamos el tema, llegué a preguntarle si no le importaba que otro hombre me viera desnuda, que tratara de aprovechar la situación, y que yo, finalmente cediera a sus reclamos, reclamos que había que ser demasiado ingenuo para no considerar previsibles. El, obsesionado por su propósito me respondió que quería tener ese cuadro y que admitía los riesgos, pero que era el precio que debía pagar para ver cumplidos sus deseos. Pues bien, Gonzalo sugirió que trabajara en casa, lo que se descartó de inmediato, cuando Rafael señaló que necesitaba el clima y la particular luz de su atelier. Por supuesto no dijo nada de la intimidad que ese lugar nos aseguraba, ya que debido a repetidas insinuaciones que yo fingía no advertir, la idea de hacer el amor conmigo llevaba mucho tiempo instalada en su cabeza. Te confieso que ese supuesto plan a mí tampoco me disgustaba del todo. Mi entusiasmo al respecto se había reactivado al comprobar el fervor... ¿de qué otra manera llamarlo?... con que Rafael había asumido la posibilidad de pintarme. Además, hacía mucho tiempo que no tenía una aventura y probablemente la estaba necesitando. La circunstancia presentaba un componente tontamente romántico acaso pasado de moda pero contenía un algo decididamente excitante. Aún había otra cosa que cerraba perfectamente el círculo. Era como si tácitamente mi marido nos estuviera autorizando a mucho más que a asumir los roles de pintor y modelo. Verás que se trataba de una situación perfecta, como si el perdón llegara antes del pecado.
-Por supuesto que era así. -Aprobó Madelaine. -Pero antes de seguir, ¿por qué no bebemos un café y más tranquilas, me cuentas la culminación de tu aventura?- Preguntó después de señalar el elegante bar frente al que pasaban. Poco después, la conversación continuó mientras bebían de los humeantes pocillos.
-¡Pensar que hace pocos días llegaste a opinar que yo era una caja de sorpresas! ¿Qué diré yo sobre ti ahora? - Interrumpió Madelaine.
-Tienes razón y te debo disculpas, -admitió Dolores- ¿pero es que no quieres enterarte del resto?
Madelaine simuló cierto sobresalto y bebió un sorbo de agua mineral.
-Sabes que no me lo perdería por nada del mundo. Continúa, por favor, continúa.
-Verás. El primer día no niego que estaba un poco inquieta. Siempre me ha complacido ver como los hombres disfrutan nuestra desnudez y como se excitan con ella, especialmente cuando lentamente empiezan a caer las ropas y descubren cada centímetro de piel. En esos casos, la luz tenue ayuda a que todo parezca más íntimo y provocativo. Pero desnudarme frente a un hombre y permanecer estática durante horas, era una experiencia que jamás había tenido.
-¿Sería timidez? - Preguntó Madelaine.
-No lo creo, tampoco lo descarto. - Contestó Dolores. - El debió haber advertido que algo me ocurría, porque a poco de entrar en su atelier me un consejo. “Trata de actuar como si fueras una modelo profesional. De manera que olvida quién eres y piensa que si no tienes puesta ninguna ropa es debido a tu belleza. Vívelo desde esa perspectiva y todo te resultará más fácil.” -Después me indicó el biombo detrás del que debía desvestirme y comenzó a preparar sus pinceles y colores con toda naturalidad. Cuando ya casi no tenía nada sobre mi piel, le escuché que decía: “Tan pronto estés lista te recuestas sobre la otomana, después estableceremos la posición definitiva. Verás que es muy sencillo.”- Agregó tratando de afirmar mi tranquilidad, lo que te confieso logró sólo en parte. Cuando estuve completamente desnuda, seguí sus indicaciones sintiendo que mi cuerpo era de yeso y me tendí sobre la otomana. El descorrió las cortinas del ventanal para que la luz del sol entrara generosamente, y mientras me preguntaba si sentía frío (la pregunta era un tanto absurda porque disfrutábamos de un templado día primaveral) me miró con detenimiento como si en lugar de una mujer hubiera sido una estatua, aunque en ese momento en realidad yo creía ser no mucho más que una naturaleza muerta. Después de guiar suavemente diferentes partes de mi cuerpo con la intención de orientarlo debidamente, se dio vuelta para encaminarse hacia el caballete. Recién entonces comentó con la mejor disposición: “¡Estoy muy entusiasmado y confío en los mejores resultados! ¿Sabes por qué? Porque eres una mujer de formas perfectas, bellísima, deseable, sensual, exquisita, con esa madurez que exalta y evidencia tus conocimientos de la vida y del amor. Si logro poner todo eso en la tela, pienso que será una obra memorable. ¡Te lo aseguro!” (Madelaine pensó que el pintor no había exagerado porque su amiga, aun vestida, comunicaba lo que él había definido tan acertadamente.) -Me sentí en la gloria ante tal secuencia de halagos, - continuó Dolores - sin olvidar que se trataba de un hombre más joven que yo. ¿Me comprendes?
-Vaya si te comprendo.
-Sabía que lo entenderías. - Se complació Dolores antes de proseguir. - Pasaron dos días sin que nada fuera de lo común alterara el ritmo de nuestro trabajo. Rafael se limitaba a pintar, y cuando más, planteaba algún tema banal que nada tenía que ver con lo que estábamos haciendo. Yo comencé a preguntarle si quería que cambiara de posición o si no se me veía despeinada, no sé, cualquier cosa con tal de llamar su atención. Pero él se mantenía abstraído, limitándose a contestar: “No, así está perfecto”, y continuaba ensimismado en la pintura. Lo único que conseguí fue desconcertarme, empezando a pensar que mis sospechas habían sido infundadas y que en realidad, el verdadero y esencial propósito de Rafael era pintarme. En suma, estaba cargada de una expectativa insatisfecha.
-En otras palabras y si no te molesta que lo diga, - agregó Madelaine - estabas ansiosa porque te hiciera el amor.
-¿Cómo ocultártelo? Confirmó Dolores. - Pero el tercer día...
-Ay Dolores, ¡qué experiencia maravillosa la tuya!
-Decía que el tercer día, creo que inadvertidamente porque te juro que no lo tenía previsto, yo misma propicié su avance. Acababa de llegar y como era habitual, ya familiarizada con mi obligación, me había desnudado para recostarme en la otomana, cuando le comenté algo que realmente había ocurrido la noche anterior.
-Sabes Rafael, ayer estaba por ducharme y me descubrí mirando mis caderas... francamente, no me gustaron nada. Las vi demasiado grandes. ¿No lo crees así? Y en ese caso, ¿no deberías pintarlas reduciéndolas un poco?... Bueno, si me permites la opinión...
Entonces él dejó el pincel, se acercó (recuerda que yo estaba totalmente desnuda, por cierto a esas alturas complacida de estarlo, y también ansiosa, esperando que ocurriera lo que anhelaba) y apoyó su mano en mi cadera deslizándola hasta la cintura y luego bajando por la pierna, una y otra vez, y luego, muy lentamente corriéndola hasta mi vientre, y después hacia el pubis... y todavía más allá, ¿sabes?
Madelaine estaba extasiada y deseosa de llegar a la culminación de todo aquello, pero no pudo contenerse.
-¿Y no reaccionaste? ¿Ni siquiera fingiste oponerte?
-¿Reaccionar cuando felizmente me tenía a su merced? ¿Y oponerme? Ni lo pensé, ya no podía soportar más, ¿Sabes lo que es eso?
-¡Cómo no he de saberlo! Esos momentos previos son tan deliciosos... pero ahora, por Dios, continúa. -Insistió Madelaine, a la que aquel relato le seguía despertando curiosidad y excitación.
-Rafael siguió con sus caricias mientras me miraba intensamente, hasta que por fin musitó con voz anhelante: “¿Por qué dices que tienes las caderas demasiado grandes (mientras las ceñía vigorosamente) si son fuertes como las de una Venus! Tan maravillosas como tus piernas, tu cintura pequeña, tus senos exuberantes, y tu boca que parece arder pidiendo que la bese...
Entonces le dije más todavía. - ¿No has pensado que yo también puedo tener desesperadas ganas de besarte? Y no sólo de besarte... ¿No te ocurre lo mismo? (En verdad, la excitación ya me impedía controlar lo que decía y hasta lo que hacía, pero ninguna de las dos cosas me importaba, cuando comencé a desabotonar su camisa.) El se lanzó a morder con avidez mis... y después sus labios y su lengua decidieron investigar toda mi piel mientras yo hacía lo mismo con la suya.... largo rato, hasta que ya con él también desnudo, nos unimos. Sólo cabe agregar que ese día le dedicamos poco tiempo al cuadro... y que durante los encuentros siguientes hicimos el amor con inusitada frecuencia.
-Me imagino que ese cuadro pasó a segundo plano y no llegó a terminarse. - Comentó Madelaine.
-¡Todo lo contrario! - Afirmó Dolores. - A pesar del desenfreno al que nos entregamos la obra continuó avanzando con velocidad. Acaso debido a que el deseo permanentemente renovado y su inmediata satisfacción, como si una cosa realimentara la otra, le dieran a Rafael una seguridad y una audacia que le impulsaban a pintar a un ritmo frenético, pero también, con mayor soltura y habilidad.
-¿Y luego? Porque me parece que hay un luego, ¿no? Lo digo porque me pareció notar que la relación entre ustedes no es la típica de dos amantes. Creí notar que los separaba cierta sutil distancia. - Inquirió Madelaine con suspicacia.
-Tienes razón. El luego apareció cuando el trabajo estuvo terminado. Entonces seguimos haciendo el amor en su estudio, pero por razones que tardé en explicarme, cada vez con menor frecuencia. Nuestras relaciones habían perdido el ardor inicial y se enfriaban apresuradamente. Hasta que un día Rafael me hizo una extraña confesión y otra... no tan extraña. En mí había encontrado la corporización de viejas fantasías: hacer el amor conmigo, era como hacerlo con La Gioconda, o con la auténtica Maja, o con alguna bella Vestal de un grabado desconocido descubierto durante su adolescencia... esa había sido una de sus motivaciones... tú sabes que a veces los artistas son un poco extraños. Pero la realidad vino a demostrarle rápidamente que la mujer con la que se acostaba no era ninguna de ellas, sino la señora Dolores Alvarez del Cuerzo, una contemporánea muy deseable, pero desgraciadamente no indicada para sus expectativas de carne y hueso. Eso le hizo descubrir que si no tenía otro remedio que navegar en la vida real, y esta es la otra confesión, como te dije nada extraña, le correspondía alguien más joven... una discípula del Liceo, por ejemplo, con quién para entonces ya estaba más que vinculado y de la que se sentía perdidamente enamorado. Me mostré de acuerdo con su decisión, ya que por otra parte, la relación estaba afectando la mía con Gonzalo... comprende que llegaba a casa extenuada, sin más disposición que para ducharme, comer y caer en la cama muerta de cansancio y de sueño. ¡Aquello se estaba convirtiendo en una locura! Mi marido debe haber tenido alguna sospecha, pero disimuló la situación, a tal punto, que dejó provisoriamente de requerirme. Por esa comprensión le quiero más todavía. En tanto, Rafael se sintió interpretado, señaló que yo era una gran señora tan inteligente como bella... y otras frases más dignas de un mosquetero que de un hombre de este tiempo. De allí en adelante mantuvimos una delicada amistad intelectual. Las semanas comenzaron a transcurrir y todo se fue aquietando... Me invita a sus exposiciones, me envía flores el día de mi cumpleaños y a veces almorzamos juntos, pero nunca volvimos a hacer el amor y ninguno de los dos realizó jamás la menor sugerencia al respecto. Creo que es una buena persona como estoy segura de que fue un gran amante.
-¿Y el cuadro? ¿Adónde está? - Preguntó Madelaine.
-Oh, el cuadro... - Recordó Dolores, como si hablando de su aventura lo hubiera olvidado - ... el cuadro está en mi casa, naturalmente no a la vista. Pero pienso que resultó un trabajo magnífico.
-¿A pesar de tus grandes caderas? - Bromeó Madelaine.
-A pesar de mis grandes caderas, o tal vez, gracias a ellas. - Asintió Dolores sonriendo. -Pero más allá de mis discutibles méritos de modelo, Rafael es un gran pintor. Ya lo comprobarás tú misma...

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